Sol brillante de la tarde mariana que ilumina el camino, el celeste de la gloria de Paradas se mezcla con el blanco de un pueblo y el verde de los naranjos haciendo la perfecta armonía que deja correr los sentidos.
Es catorce de agosto, el calor aprieta igual que los nervios, los paraeños se visten de tirantes y volantes mientras en San Eutropio una linda paloma les espera.
Todos los años la misma sinfonía, el mismo canto y las mismas ganas de colocar en una carreta que ha bajado desde el cielo para que nosotros tengamos el privilegio de predicar el nombre de María en las calles y las tierras de un humilde pueblo.
Es así de simple la Romería de Paradas, el jaleo, el amor, la alegría, la nostalgia, los amigos y sobre todo el amor a la Madre Dios.